NOTA: Esta sección queda ampliada, desde hoy, 2 de octubre de 2011, con los sucesivos podcasts que, con el título de "Informe Afinsa", quedan incorporados a la programación de nuestro Canal de Radio.
Para algunos de nuestros seguidores que se mantienen perfectamente informados de todo lo sucedido, algunos de sus contenidos pueden resultar, tal vez, reiterativos.
Sin embargo, no olvidemos que, lamentablemente, el "Dogma Petrificado" (ver Introducción), ha funcionado a la perfección para el gobiernos ocialista. Se ha repetido cada mentira y cada falsedad hasta la saciedad; hasta convertirlas en "verdades aceptadas". Nosotros tendremos que utilizar sus mismos métodos; insistir, una y otra vez en la auténtica verdad de lo sucedido, hasta que los hechos que realmente tuvieron lugar, terminen por calar, y ser comprendidos, por la opinión pública.
Cuento con la comprensión y paciencia de los más entendidos y documentados sobre todo lo que rodea el saqueo de esta compañía. Mi agradecimiento, desde estas páginas, por ello.
Introducción
Se intervino Afinsa el 9 de mayo de 2006. La investigación estaba bajo secreto de sumario y, sin embargo, las cámaras de Telecinco, estratégicamente situadas en la Calle Génova, de Madrid, frente a las puertas de la sede, retransmitieron el registro policial en tiempo real. Las imágenes mostraban una calle bloqueada por furgones policiales, plagada de agentes armados hasta los dientes y policías de Aduanas entrando y saliendo del edificio con bolsas negras. A Telecinco se sumaron en poco tiempo las televisiones de otras cadenas, un nutrido grupo de fotógrafos de prensa y locutores de emisoras de radio. El objetivo de semejante despliegue no era otro que el de vendernos un falso montaje.
La inquietante puesta en escena no obedecía en absoluto a la propia del registro de una empresa, y sí a la de la intervención violenta de una banda de peligrosos delincuentes. En semejante tipo de actuaciones, los policías corren el riesgo de ser recibidos a tiros, y el botín, cuando se encuentra, resulta ser un alijo de droga, de mercancía robada, de fajos de dinero ilícito o falsificado. Lo que nos mostraron ese 9 de mayo de 2006 era el escenario propio del desmantelamiento de una red de mafiosos, de la detención de unos secuestradores que custodian un zulo, o de unos terroristas pillados con las manos en la masa durante la operación de montaje de una furgoneta bomba.
¿Para qué aquellos perros, aquellas armas, aquellas bolsas negras?, ¿creían los que idearon ese operativo que los directivos o los empleados de Afinsa repelerían a tiros a la policía?, ¿creía el Ministerio del Interior o el juez que ordenó el registro que en la sede de Afinsa se guardaban drogas o alijos de objetos robados?, ¿dinero ilícito, tal vez?, ¿por qué ese montaje?
La respuesta es sencilla. Y perversa. Una mentira no se convierte en verdad por mucho que se repita. Una mentira lo es siempre, de principio a fin. Pero una mentira que se repite miles de veces, finalmente crea una apariencia de verdad, y termina por convertirse en dogma. Pero no quiero confundir al lector. No estamos hablando de un dogma religioso o un Dogma de Fe, cosas ambas muy diferentes a lo que realmente quiero referirme. Hablamos de “dogma", ateniéndonos al diccionario de la Real Academia, como de “aquella proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable”. Una estrategia que Goebbels hiciera famosa en la Alemania nazi, pero cuya formulación teórica es muy anterior a esa siniestra etapa de la historia y que merece ser traída a colación.
A finales del s. XIX, una corriente de investigación histórica propuso la Teoría del Dogma Petrificado, según la cual una falsedad, por repetición, es aceptada por las masas como una realidad hasta el punto de convertir la mentira en un dogma aceptado como cierto. En un principio del proceso, el dogma puede tambalearse; puede surgir quien lo cuestione, y ese es el principal riesgo al que se enfrenta el autor (en este caso, autores) de la falsedad. Tiene que pasar cierto tiempo para que el dogma se petrifique, se consolide, hasta hacerse casi indestructible. Antiguamente, ese proceso de petrificación podía tardar décadas, o incluso siglos. Fue Goebbels quien consiguió reducirlo a cuestión de meses. La estrategia no es otra que la de repetir la mentira elegida una y otra vez, por todos los métodos, a todas horas, de manera continuada, insistente y machacona. Sin descanso. Hoy, gracias a los medios de comunicación, la petrificación del dogma puede conseguirse en mucho menos tiempo del utilizado por el ideólogo de la Alemania nazi.
Eso fue lo que sucedió aquel día 9 de mayo de 2006: la puesta en marcha de una increíble red de falsedades, de mentiras, desde primera hora de la mañana, que perdura para muchos hasta el día de hoy. Los perros, las armas, las bolsas negras, la desproporcionada cantidad de furgones y de policías, tenían una finalidad muy concreta. La presencia de las cámaras de televisión, apostadas frente a la sede de Afinsa desde el primer instante de la intervención, buscaba crear y petrificar el dogma con la mayor rapidez posible. Se perseguía un objetivo múltiple: en primer lugar, transmitir la idea de que desde Afinsa se habían cometido hechos terriblemente delictivos que merecían semejante despliegue; en segundo lugar, algo igualmente perverso: destruir en cuestión de horas, o de minutos, la imagen de credibilidad que la compañía se había labrado durante más de un cuarto de siglo; y, por último, neutralizar cualquier intento de autodefensa por parte de sus gestores. Una vez petrificado el dogma, cada declaración, cada afirmación, cada imagen de un directivo de Afinsa, sería la declaración, la afirmación o la imagen de un delincuente. Para eso se dio aviso a Telecinco. Para eso las armas, las bolsas negras, los perros, los fusiles de asalto…
En este escenario de pesadilla, la primera mentira corrió como un reguero de pólvora. A media mañana no había manera de conectar una cadena de televisión, una emisora de radio o un periódico digital que, de forma premeditada o inocente, no estuviera actuando como correa de transmisión de una información que lanzaba idénticos mensajes: un nutrido destacamento de policías con perros, armas y bolsas negras salía y entraba de la sede de Afinsa. Se había detenido a toda la cúpula directiva. Esa era la noticia sensacionalista que debía ser difundida una y otra vez.
Pero todo lo anterior no era suficiente. Hacía falta algo más, un detalle realmente importante. Para que el plan surtiese el efecto deseado, los clientes tenían que dirigir sus miradas, sus iras y sus reproches hacia la compañía saqueada. Una segunda y tremenda falsedad comenzó entonces a deslizarse en paralelo a la anterior. Y con los mismos métodos. Los urdidores de la trama necesitaban otra mentira añadida, y los titulares de prensa les facilitaron el trabajo: ¡impresionante estafa piramidal a miles de clientes! Ese era el dogma.
Afinsa, según los saqueadores goebbelianos, había estafado a sus clientes. La compañía de bienes tangibles había montado, en el transcurso de veinticinco años, una enorme trama para robar a las personas que le habían confiado sus inversiones. Esos tenían que ser los titulares. Con ellos, el dogma se petrificaba a la velocidad deseada. En aquel 9 de mayo de 2006, España entera se acostaría creyendo a pies juntillas todo lo que había visto y oído a través de los medios de comunicación: los propietarios y los directivos de Afinsa eran unos estafadores. Y, lo mejor de todo: las más de 190.000 víctimas conformarían, a partir de ese momento, una confusa, dispersa y desorganizada marabunta de clientes que serían, además, tachados por la sociedad de listos y avariciosos que tendrían que terminar por admitir –sí o sí‑ haber sido estafados por la compañía saqueada. ¡Bien merecido lo tenían! En términos de diseño, y a la vista de los resultados obtenidos, justo es reconocer que fue una operación perfecta y tan magistral como maquiavélica.
Durante los días sucesivos al 9 de mayo, la operación de desgaste y el acoso mediático continuaron sin tregua. Abierta la veda y petrificado el dogma, la parte más dura del trabajo estaba hecha. Ya sólo bastaba alimentar la hoguera con cualquier material combustible que se encontrara a mano y dejar que las cosas siguieran su curso. Analistas y tertulianos radiofónicos y televisivos, que no tenían ni la menor idea de lo que realmente estaba sucediendo, se prestaron al juego de los saqueadores, de manera voluntaria y entusiasta, en un ejercicio de linchamiento colectivo al que se podía apuntar cualquiera. Las mentiras se iban deslizando e introduciendo en la psique colectiva de los españoles ante el pasmo y la mirada crédula de millones de personas, pero también ante la angustia de quienes no creíamos tan graves acusaciones: Afinsa no tenía sellos –decían‑ y, aún en el supuesto de que los tuviera, eran falsos; Afinsa tenía un agujero patrimonial de miles de millones; Afinsa no tenía liquidez para atender sus compromisos inmediatos; Afinsa había evadido capitales al extranjero; un alto cargo de Afinsa había escondido 10 millones de euros en un zulo de escayola construido en su lujoso chalet de la exclusiva urbanización de La Moraleja, en Madrid; Afinsa…
El cruel y frío Goebbels no lo hubiera hecho mejor. Con el tiempo, sin embargo, las cosas han cambiado. Aunque muy lentamente, la verdad se está abriendo paso. Todas y cada una de esas acusaciones, junto con otras igualmente graves, se han ido cayendo.
Pero derribar un dogma petrificado es muy difícil. Una vez que la mentira se ha consolidado, es necesario llevar a cabo un enorme esfuerzo para restituir la verdad. Y, para ello, no basta cualquier método. Hay que desmontar el dogma pieza a pieza, buscar cada dato, cada evidencia, cada documento. Hay que romper la piedra con enorme paciencia para atravesar una densa barrera de escepticismo; aportar mil certezas por cada falsedad férreamente instalada, y hacerlo de manera definitiva, sin dejar un mínimo resquicio en el que pueda ocultarse, agazapada, la duda. Ardua y constante labor ésta ‑pero necesaria‑, a la que están dedicado este espacio de "Canal Afinsa". A destruir la gran mentira y a exponer la verdad.
Y para ello, nada mejor que comenzar con una mirada rápida, un atisbo tan solo, de lo que era el Grupo Afinsa a 9 de mayo de 2006, día en que tuvo lugar la intervención.
Compra de A-Mark y otros proyectos a futuro
Afinsa adquiere en el 2003 la mayoría del capital del Grupo Greg Manning, del que ya era accionista de referencia desde el año 1997. El Grupo Afinsa se configura entonces bajo dos divisiones: una que comercializa la filatelia y numismática, además de otros coleccionables, para los mercados del coleccionismo, y otra que comercializa los mismos bienes para un mercado interesado en la inversión.
En julio de 2005, se formaliza la compra de A-Mark, empresa especializada en la compra-venta e intermediación en oro inversor, con una facturación superior a 3.000 millones de dólares. Un día antes de la intervención, Afinsa había llegado a un acuerdo de compra de otra empresa norteamericana, a través de la cual habrían adquirido los conocimientos y el expertise necesario para poner en marcha en España los correspondientes canales de venta de oro minoristas.
El 21 de enero de 2006, tan sólo cuatro meses antes de la intervención, Cinco Días avanzaba la noticia de la creación de Valsart Gestión, una sociedad creada con el fin de canalizar inversiones de los grandes patrimonios españoles hacia el mercado del arte.
Metales preciosos
Afinsa entra en el negocio del oro al comprar la estadounidense A-Mark.
El grupo Afinsa y su participada estadounidense GMAI han adquirido por 20 millones de dólares el mayor comerciante privado de metales preciosos de Norteamérica, A-Mark Precious Metales. Esta operación supone la entrada del grupo español en el mercado del oro, la plata y el platino.
Por otra parte, el 21 de enero de 2006, tan sólo cuatro meses antes de la intervención, Cinco Días avanzaba la noticia de la creación de Valsart Gestión, una sociedad creada con el fin de canalizar inversiones de los grandes patrimonios españoles hacia el mercado del arte.
Algunos de los banqueros y abogados que irían de la mano de expertos coleccionistas en este proyecto eran, entre otros: Diego Aguinaga, Alfonso Botín, María de Corral, Lorena Martínez Corral, Luis Guerreiro, Enrique de Leyva, Jordi Pujol, Javier Rivero, Jaime Rotondo, o Ana Sokoloff.
Además de estos profesionales, participaba, como socio en el proyecto, el Grupo Afinsa.
Para invertir
Carteras con arte
Profesionales del mundo financiero lanzan Valsart Gestión, una sociedad que canalizará inversiones de los grandes patrimonios españoles hacia el mercado del arte. Aspira a captar 30 millones en seis meses
Como dato importante, destacar que el ejercicio contable del 2005, último de esta etapa, presentó unas ventas consolidadas de todo el Grupo Afinsa de 1.900 millones de euros, y un beneficio consolidado de más de 145 millones de euros.
DECLARACIONES DE MORALEDA Y RUBALCABA
El 10 de mayo de 2006, Fernando Moraleda, Secretario de Comunicación del PSOE, comparecería ante los medios de comunicación para declinar la responsabilidad del Gobierno en la intervención. Moraleda pondría el acento en destacar que la Ley 35/2003 de Instituciones de Inversión Colectivas era una herencia de los populares, afirmando que, según la Disposición Adicional IV de dicha Ley, y a diferencia de lo que sucedería con los clientes de bancos o de agencias de valores, los clientes de este tipo de entidades “no gozan de la protección de los Fondos de Garantía ni de la cobertura del Estado”.
Por supuesto que “ese tipo de entidades” y “ese tipo de inversión” no gozaban de esa protección. No estábamos ante empresas ni inversiones financieras, sino ante entidades e inversiones mercantiles. Lo que el Gobierno del PSOE ‑su Gobierno‑ había puesto en marcha, no era una intervención legítima para proteger a los españoles frente a “males mayores” ni frente a los errores que achacaba a la pasada legislatura popular, sino el derribo de una empresa mercantil, que derivará finalmente en tremendos daños colaterales para sus miles de clientes. Pura expoliación. Y, de paso, un arma que poder utilizar, en clave política, contra el Partido Popular: “Con esta intervención se ha evitado un mal mayor y que continuase la estafa”, continuaría diciendo. “Este Gobierno no va a tolerar ni un atisbo de corrupción”.
Cerraría Moraleda su comparecencia con un golpe de efecto, mostrando un documento ante las cámaras que constituía, según él, la mejor y más evidente prueba exculpatoria de las responsabilidades en las que pudiera haber incurrido el Gobierno. El Secretario de Estado de Comunicación declara que, en la publicación, editada por el Ministerio de Sanidad y Consumo, se advertía a los clientes de sociedades de comercialización de bienes tangibles de los “riesgos” de ese tipo de inversión.
Publicado en junio de 2005, el folleto nunca llegó al gran público porque fue de edición limitada.
Una lectura detenida del mismo basta para comprobar que, lejos de constituir una “seria advertencia” al consumidor sobre los riesgos que éste asumía a la hora de invertir en bienes tangibles, el tríptico en cuestión era en realidad un documento que podía resultar muy comprometedor para el Gobierno socialista, porque asesoraba, con directrices y pronunciamientos muy precisos, a todos aquellos que quisiéramos invertir en bienes tangibles y de colección, sector éste que encuadraba, a su vez, las inversiones en filatelia.
Si bien habían intervenido Afinsa y Fórum Filatélico bajo la acusación de que ambas empresas llevaban a cabo actividades financieras, y no mercantiles ‑de compra-venta‑, de productos filatélicos, en el referido folleto institucional, que tenía carta de naturaleza al estar emitido por el propio Ministerio de Sanidad y Consumo, podemos encontrar recomendaciones, consideraciones y afirmaciones del siguiente tenor:
1. -“Estas empresas no son entidades financieras”(sic).
La primera, en la frente: “…no son entidades financieras”. Y, por si esta contundente introducción no fuese suficiente para despejar cualquier duda sobre cuál era la naturaleza de la actividad social de Afinsa y Fórum Filatélico, el texto del folleto recalcaba en su siguiente apartado que:
2. -“Esta actividad empresarial consiste en comercializar sellos, obras de arte, antigüedades, etc., comprometiéndose a venderlos por cuenta del cliente, entregándole el importe de la venta o una cantidad para el supuesto de que no se halle un tercero que los adquiera en la fecha pactada”(sic).
Y remachaba:
3. - “(…) bien para vender la filatelia a terceros, por cuenta del cliente entregando a éste el importe de la venta o una cantidad para el supuesto de que no se halle un tercero que los adquiera en la fecha pactada” (sic).
Con este párrafo, que mencionaba de manera expresa el compromiso de intermediación que adquiría la empresa, se reforzaba nuevamente la naturaleza mercantil de la actividad. Su redacción no dejaba lugar a dudas en cuanto a que, al suscribir los contratos, las partes éramos conocedoras de lo que se estaba vendiendo (en el caso que nos ocupa, filatelia), y lo que se estaba comprando (de nuevo, filatelia).
En lo referente a los términos utilizados en la redacción del tríptico, eran éstos de tal precisión, que su lectura despejaba, asimismo, cualquier interrogante sobre la naturaleza de las inversiones. Veamos un ejemplo:
4. - “(…) normalmente se ofrece al consumidor una importante revalorización de estos bienes”(sic).
De estar ante una actividad financiera, la palabra correcta para citar el supuesto atractivo que ofrecía este tipo de inversión habría sido “interés”, y no “revalorización”.
Pero había algo más, de extraordinaria importancia, que destacaba de manera ostentosa. En el texto se citaba la existencia de una Ley; esa misma que no debía transgredirse por parte de las empresas que comercializaban bienes tangibles. A ella se aludía, de manera expresa, en el siguiente párrafo:
5. -“La Ley prohíbe a las empresas que comercializan bienes tangibles realizar actividades reservadas a las entidades financieras inscritas en los Registros del Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores y la Dirección General de Seguros y Fondos de pensiones” (sic).
A través de estas citas textuales, el tríptico aludía, una y otra vez, a la naturaleza comercial de la actividad de las compañías, no dejando con ello lugar a dudas sobre que este sector de inversión que Gobierno, Fiscalía y Agencia Tributaria presentaron como fraudulento, estaba debidamente regulado por Ley. Su campo de actividad, por lo tanto, estaba claramente excluido de aquel reservado a las entidades financieras.
Pero, además, para mayor seguridad del inversor, en la cara interior de la publicación, podía apreciarse que esa misma Ley que prohibía, aparecía como garante en lo relativo a la protección de los derechos de los consumidores. El detalle puesto en la redacción dejaba a las claras, una vez más, la existencia de regulación del sector.
Vamos a detenernos en un párrafo en el que se cita expresamente, y entre otras cosas, que:
“(…) Antes de celebrar el contrato, el consumidor debe ser informado de forma clara y precisa sobre la legislación aplicable al contrato” (sic).
Así era. La Ley 35/2003 de Instituciones de Inversión Colectiva, en su Disposición Adicional IV, a la que hacía referencia el tríptico, era tan explícita sobre la naturaleza jurídica del negocio llevado a cabo por la empresa que no cabía duda alguna al respecto. Según dicha Ley, Afinsa no era una sociedad de inversión colectiva, y no era tampoco una empresa financiera. Era una empresa mercantil.
Y ya, como punto final en el análisis de la referida publicación, encontramos una contundente y explícita recomendación hecha al inversor que contradecía frontalmente las tramposas declaraciones de Moraleda. Decía así:
6. -“Verifique que el producto existe y asegúrese de que, una vez realizada la operación, usted será reconocido como titular o propietario del mismo bajo cualquier circunstancia”.
Pues bien: a pesar de que muchos clientes así lo hemos solicitado al juez por vía de escritos, ninguno de los 190.609 clientes de Afinsa hemos sido reconocidos, tal y como precisan estas líneas, como titulares o propietarios del “producto comprado en la operación”, es decir: de nuestra filatelia. Esto, dicho en román paladino, constituye un auténtico acto de expoliación, tal y como lo calificaría D. Francisco José Navarro Sanchís, magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, en un excelente artículo, escrito en el verano del 2010.
La mercantilidad de Afinsa (y Fórum), ha quedado ratificada mediante dos sentencias de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo, de Diciembre de 2010.
Este que sigue a continuación, es el folleto/tríptico en cuestión.
Recopilación Artículos Diario Expansión
Recomendamos la atenta lectura del compendio de noticias rescatadas de los archivos del diario "Expansión", por "Victoria", una compañera perjudicada por la intervención, que presentamos en el enlace que sigue a continuación.
A la vista de tantísimas irregularidades, su lectura no deja indiferente. Pone en evidencia la ilegalidad de fondo de la propia intervención, tanto como de los procedimientos utilizados para llevarla a cabo.
https://docs.google.com/document/d/1qT54s24vfhp1gfZ0lwc1Z8fBbTJ6szgedOUbuIoxK9A/edit?hl=es