En noviembre de 2010, un mes después de haber presentado "en sociedad" "El Saqueo de Afinsa - La verdadera historia de una intervención", tuve conocimiento de la existencia de una obra, publicada cinco meses antes, escrita por el abogado y Catedrático de Derecho, Santiago Muñoz Machado, cuyo contenido parecería guardar un asombroso paralelismo con muchos de los pasajes recogidos en mi libro.
Lo compré. No resultó fácil porque, al igual que El Saqueo de Afinsa, no estaba colocado de manera visible en las librerías, y me sumergí de lleno en su lectura. Titulado "Riofrío - La justicia del señor Juez" (Ed. Relato Edhasa), está basado en un caso real. Narra la angustiosa
peripecia de unos ciudadanos envueltos durante diez años en un proceso.
Las preocupaciones y reacciones de estos personajes y las
incomprensibles conductas de los acusadores animan una historia
verdaderamente dramática que sorprende e inquieta al lector desde la
primera página hasta la última. ¿El escenario en que se sitúa este terrible relato sobre los
abusos del poder, y que da título al libro? Una cafetería de Madrid muy frecuentada por magistrados, fiscales y
abogados, sita en la Plaza de Colón, muy próxima a la c/ Génova, y al palacio de Gamazo, sede de Afinsa: Riofrío.
Debo confesar que lo leí prácticamente del tirón. Todavía recuerdo los escalofríos que recorrían mi espalda, de arriba a bajo, con la lectura de muchos pasajes de la obra de Muñoz Machado, tal es el aparente paralelismo que guardan con todo lo que está sucediendo con el saqueo de Afinsa.
Tanto es así que al concluir su lectura, me alegré sobremanera de haberlo comprado después de la publicación de mi obra, porque la cantidad de pasajes que se prsentaban como un completo "déja-vu" con lo que yo había escrito, me hubiesen obligado a replantear mi relato, por temor a que parecieran un plagio de lo escrito por Muñoz Machado.
Tanto es así que al concluir su lectura, me alegré sobremanera de haberlo comprado después de la publicación de mi obra, porque la cantidad de pasajes que se prsentaban como un completo "déja-vu" con lo que yo había escrito, me hubiesen obligado a replantear mi relato, por temor a que parecieran un plagio de lo escrito por Muñoz Machado.
Catedrático de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y director de la revista jurídica "El Cronista", Santiago Muñoz Machado, presenta en "Riofrío - La justicia del señor Juez", un escalofriante relato sobre la inseguridad jurídica que campa a sus anchas por España, y sobre el abuso de poder.
Para que no parezca que estoy exagerando, y que mi visión sobre el asunto está sesgada, copio a continuación algunas de las reseñas aparecidas en Internet, sobre la obra y el autor de la misma, y me tomo la libertad de subrayar en negrita algunos párrafos. La aparente similitud de lo que describe el autor con lo que está sucediendo con el "Caso Afinsa", es estremecedora. ¿Y quién es el juez "estrella" protagonista de semejantes tropelías? Naturalmente, el prevaricador Garzón. El mismo al que otro juez, íntimo amigo suyo y, según dicen, discípulo aventajado, despidió conmocionado, entre abrazos y prácticamente bañado en lágrimas, cuando el imputado abandonó ¡por fin y para siempre! la Audiencia Nacional: Santiago Pedraz.
La primera reseña (Guada News.es), dice así:
"Una vez que he terminado, de un tirón, la
lectura de este libro, cojo mi portátil y me voy a Madrid, a la
cafetería Riofrío. Tres de los cuatro lados de su planta rectangular
están cerrados por amplias cristaleras. Una de ellas está orientada a la
calle del Marqués de la Ensenada; otra, en retranqueo sobre la calle
Génova y la tercera da a la plaza de Colón.
La cafetería Riofrío ocupa el ángulo mayor del
“triángulo de oro” de la justicia. Por un lado, se encuentra la sede del
Consejo General del Poder Judicial; por otro lado, el Tribunal Supremo,
ya en Las Salesas; y volviendo a Génova, se encuentra la Audiencia
Nacional.
Una vez sentado y pertrechado con mi portátil, pido al camarero un sándwich mixto y un café con leche con un vaso de agua. Observo al personal que de una forma incesante entra y sale de la cafetería, funcionarios, abogados, procuradores, peritos, testigos, imputados, procesados, condenados, demandantes, demandados y, en fin, el “público curioso que gasta su tiempo siguiendo las sesiones de los juicios, bien para conocer la suerte de familiares o amigos implicados, o simplemente por rellenar espacios de ocio”.
Pues bien, éste es el escenario que ha escogido el autor, el catedrático de Derecho Administrativo, Santiago Muñoz Machado, y que nos narra, a través de doscientas cuarenta y ocho páginas, un terrible relato sobre los abusos de poder, describiendo los entresijos más cruentos y desagradables de la justicia española.
La lectura de este libro nos atrapa desde el primer momento. Con un estilo ágil, y combinando la técnica narrativa de la novela con el suspense del mejor thriller, el autor desgrana con maestría el funcionamiento de las instituciones judiciales, policiales e incluso políticas de nuestra sociedad.
Arbitrariedades
El libro está basado en un caso real y narra la angustiosa peripecia de unos ciudadanos envueltos durante diez años en un proceso judicial. Huyendo de todo tecnicismo legal , el autor nos cuenta el proceso de la instrucción penal y el posterior juicio con el que se pretendió sentar en el banquillo a Berlusconi y a algunos administradores de sus empresas. El proceso desvelará las deficiencias del sistema judicial español, mostrando todo tipo de injusticias, acusaciones arbitrarias, complicidades entre jueces, fiscales y medios de comunicación, manipulación de instrucciones, juicios paralelos, y trasiego de información entre juzgado y prensa.
Las arbitrariedades que se denuncian son clamorosas. Los imputados conocen las notificaciones antes por los periódicos que por sus procuradores. Estas notificaciones se efectúan, intencionadamente, los viernes o en puente, para que sean más difícil recurrirlas, salvo que los abogados profesionales sacrifiquen a sus familias trabajando el fin de semana o en festivos. Se utilizan peritos amañados, se piden fianzas de cantidades millonarias a personas inocentes que no tienen el más remoto propósito de huida. Los escritos de defensa se rechazan sin motivación alguna.
En definitiva, se desgranan un rosario de tropelías, que tiene en el libro un claro protagonista, el denominado “juez estrella”, de palmaria actualidad en estos días.
Tal es el caso, que el autor, en un momento determinado señala que “no existe ninguna garantía de los derechos durante la instrucción penal en España. No hay, en este procedimiento penal, una observancia rigurosa de los principios del Estado de Derecho. Rige, por el contrario, una inasible ley de la selva, sin reglas prefijadas, en la que actúa como inapelable un dios creador, el juez instructor, que establece sus normas y resuelve a sus anchas”.
Cierro el portátil y pido la cuenta. Regreso a Guadalajara, pensando que el final de este libro supera cualquier cuento de terror, y que su desenlace pone los pelos de punta a cualquier ciudadano que crea que vive en un Estado de Derecho".
Una vez sentado y pertrechado con mi portátil, pido al camarero un sándwich mixto y un café con leche con un vaso de agua. Observo al personal que de una forma incesante entra y sale de la cafetería, funcionarios, abogados, procuradores, peritos, testigos, imputados, procesados, condenados, demandantes, demandados y, en fin, el “público curioso que gasta su tiempo siguiendo las sesiones de los juicios, bien para conocer la suerte de familiares o amigos implicados, o simplemente por rellenar espacios de ocio”.
Pues bien, éste es el escenario que ha escogido el autor, el catedrático de Derecho Administrativo, Santiago Muñoz Machado, y que nos narra, a través de doscientas cuarenta y ocho páginas, un terrible relato sobre los abusos de poder, describiendo los entresijos más cruentos y desagradables de la justicia española.
La lectura de este libro nos atrapa desde el primer momento. Con un estilo ágil, y combinando la técnica narrativa de la novela con el suspense del mejor thriller, el autor desgrana con maestría el funcionamiento de las instituciones judiciales, policiales e incluso políticas de nuestra sociedad.
Arbitrariedades
El libro está basado en un caso real y narra la angustiosa peripecia de unos ciudadanos envueltos durante diez años en un proceso judicial. Huyendo de todo tecnicismo legal , el autor nos cuenta el proceso de la instrucción penal y el posterior juicio con el que se pretendió sentar en el banquillo a Berlusconi y a algunos administradores de sus empresas. El proceso desvelará las deficiencias del sistema judicial español, mostrando todo tipo de injusticias, acusaciones arbitrarias, complicidades entre jueces, fiscales y medios de comunicación, manipulación de instrucciones, juicios paralelos, y trasiego de información entre juzgado y prensa.
Las arbitrariedades que se denuncian son clamorosas. Los imputados conocen las notificaciones antes por los periódicos que por sus procuradores. Estas notificaciones se efectúan, intencionadamente, los viernes o en puente, para que sean más difícil recurrirlas, salvo que los abogados profesionales sacrifiquen a sus familias trabajando el fin de semana o en festivos. Se utilizan peritos amañados, se piden fianzas de cantidades millonarias a personas inocentes que no tienen el más remoto propósito de huida. Los escritos de defensa se rechazan sin motivación alguna.
En definitiva, se desgranan un rosario de tropelías, que tiene en el libro un claro protagonista, el denominado “juez estrella”, de palmaria actualidad en estos días.
Tal es el caso, que el autor, en un momento determinado señala que “no existe ninguna garantía de los derechos durante la instrucción penal en España. No hay, en este procedimiento penal, una observancia rigurosa de los principios del Estado de Derecho. Rige, por el contrario, una inasible ley de la selva, sin reglas prefijadas, en la que actúa como inapelable un dios creador, el juez instructor, que establece sus normas y resuelve a sus anchas”.
Cierro el portátil y pido la cuenta. Regreso a Guadalajara, pensando que el final de este libro supera cualquier cuento de terror, y que su desenlace pone los pelos de punta a cualquier ciudadano que crea que vive en un Estado de Derecho".
Otra segunda reseña, aparecida en el digital "El Imparcial", y firmada Por Regina Martínez Idarreta describe la obra como de Muñoz Machado, como sigue: (nuevamente subrayo algunos párrafos)
"Riofrío es un escalofriante
relato verídico sobre las perversiones que desmienten la existencia de
un auténtico Estado de Derecho en nuestro país. Narrado en primera
persona por el jurista Santiago Muñoz Machado, cuenta el martirio
judicial en el que se vieron envueltas un grupo de personas acusadas de
unos delitos fiscales que no cometieron —y de los que fueron absueltos—
por culpa del capricho de un juez tristemente famoso por su sed de
portadas y reconocimiento social.
Así, Muñoz Machado analiza el desarrollo del caso, un presunto fraude
fiscal de casi 5.000 millones de las antiguas pesetas, que se habría
cometido en la compraventa de acciones del canal Telecinco. Según la
Fiscalía, los acusados habían violado la Ley de Televisión Privada que
establece que ninguna persona física o jurídica puede ser titular
directa o indirectamente de más del 25 por 100 del capital de una
sociedad concesionaria. Entre los implicados estaban desde ciudadanos
anónimos, que no habían tenido relación alguna con las empresas
investigadas y que de la noche a la mañana se encontraron en medio de
una pesadilla sin pies ni cabeza; hasta personajes conocidos como el ex
directivo de la ONCE y ex presidente del mencionado canal, Miguel Durán,
o el mismísimo Silvio Berlusconi. No en vano, según relata Muñoz
Machado, el objetivo último del ex magistrado estrella de la Audiencia
Nacional era sumar la cabeza del actual presidente italiano a su
particular colección de celebrities enjuiciadas, para lo cual no
tuvo empacho en sacarse de la manga un proceso arbitrario y sonrojante,
lleno de pruebas falsas, acusaciones infundadas y chapucerías
judiciales.
Con un ritmo ágil y conciso, Muñoz Machado pone sobre el tapete la desasosegante indefensión del ciudadano frente a una justicia arbitraria que se rinde ante los designios de cualquier juez que decida anteponer sus ambiciones personales y sociales, sus intereses personales o los de sus amigos, a la legalidad vigente y el respeto a las reglas que dan sustento al Estado de Derecho. Magistrados que retuercen la Ley o que, directamente, se la saltan ocultando su reiterada tendencia a la prevaricación en marañas judiciales indescifrables, convirtiendo el Estado de Derecho en una mera carcasa que sólo contiene corrupción y podredumbre en su interior.
“Si se acepta que un juez no aplique la ley, sino que desprecie o modifique a su antojo las decisiones del Parlamento, y, además, ponga al poder ejecutivo a su servicio, estará concentrando en su mano todos los poderes del Estado y arrasando, al hacerlo, todos los valores en que se basa la Constitución”, afirma Muñoz Machado en el libro. Ésta es la dictadura del señor juez".
Y, por último, una tercera reseña sobre el libro, tomada del Blog: "Monsieur de Villefort".
Nuevamente, por su interés, subrayo algunos pasajes del artículo.
"Riofrío - La Justicia del Señor Juez". Brillantísimo alegato de Muñoz Machado contra el visionario Garzón.
Con un ritmo ágil y conciso, Muñoz Machado pone sobre el tapete la desasosegante indefensión del ciudadano frente a una justicia arbitraria que se rinde ante los designios de cualquier juez que decida anteponer sus ambiciones personales y sociales, sus intereses personales o los de sus amigos, a la legalidad vigente y el respeto a las reglas que dan sustento al Estado de Derecho. Magistrados que retuercen la Ley o que, directamente, se la saltan ocultando su reiterada tendencia a la prevaricación en marañas judiciales indescifrables, convirtiendo el Estado de Derecho en una mera carcasa que sólo contiene corrupción y podredumbre en su interior.
“Si se acepta que un juez no aplique la ley, sino que desprecie o modifique a su antojo las decisiones del Parlamento, y, además, ponga al poder ejecutivo a su servicio, estará concentrando en su mano todos los poderes del Estado y arrasando, al hacerlo, todos los valores en que se basa la Constitución”, afirma Muñoz Machado en el libro. Ésta es la dictadura del señor juez".
Y, por último, una tercera reseña sobre el libro, tomada del Blog: "Monsieur de Villefort".
Nuevamente, por su interés, subrayo algunos pasajes del artículo.
"Riofrío - La Justicia del Señor Juez". Brillantísimo alegato de Muñoz Machado contra el visionario Garzón.
Riofrío es el nombre de una céntrica
cafetería madrileña, próxima a dos de los más altos tribunales de
nuestro país, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, y es la que
da título al libro de Santiago Muñoz Machado que acaba de publicar la
editorial Edhasa dentro de su colección relato: “Riofrío – La justicia del señor juez”.
Una obra cuya lectura atrapa desde el primer momento, o al menos así ha
ocurrido con el humilde redactor de estas líneas quien, habiendo
adquirido ayer el libro, acaba de finalizar en el momento de redactar
este post las doscientas cuarenta y ocho páginas que componen un relato
tan emocionante como estremecedor. Y es que el autor, un reputadísimo
catedrático de derecho administrativo, pretende con esta obra-denuncia
acercar al lector a los auténticos despropósitos cometidos por el juez
Garzón (pese a que el autor no nombra expresamente a dicho sujeto más
que por circunloquios, el magistrado es fácilmente reconocible e
identificable) en la instrucción de un determinado asunto en el que
Muñoz Machado actuó como abogado defensor. De hecho, son precisamente
las abundantes notas que el catedrático tomó a lo largo del devenir
procedimental del evento, que el autor nos detalla con pelos y señales,
las que sirven de base para la redacción del presente estudio.
La obra en realidad es una crítica
demoledora contra el todavía juez –aunque suspendido cautelarmente de
sus funciones- Baltasar Garzón Real, auténtica desgracia de la
judicatura española, colectivo que es culpable por omisión del enorme
desprestigio que este siniestro personaje ha causado a todo un cuerpo
integrado al noventa y nueve por ciento por personas decentes y
trabajadoras que viven tratando de suplir con su trabajo las
deficiencias del sistema, pero que han tolerado con su silencio culposo
que una persona con un ego inconmensurable haya puesto la ley al
servicio de su vanidad personal.
El retrato del “juez estrella” que se
realiza en la obra es verdaderamente espeluznante, pero sumamente veraz,
dado que coincide con otros testimonios que nos ofrecen versiones
idénticas del “hombre que veía amanecer”. Muñoz Machado nos adentra en
las interioridades de una instrucción que el juez de Torres, sin prueba
objetiva alguna que lo sustentase, montó con el único propósito de
sentar en el banquillo de los acusados a Silvio Berlusconi, para lo cual
no dudó en amañar pruebas e imputar a personas que nada tenían que ver
con el asunto. Y en la consecución de su objetivo no iban a ser un
impedimento las leyes procesales ideadas con el objetivo de garantizar
los derechos del ciudadano. Registros indiscriminados, escritos
inmotivados que se amparaban en “informes periciales” inexistentes,
dilaciones indebidas cuando se verificaba que los pilares de la
instrucción eran de barro en lugar de hormigón, y así sucesivamente.
Cuando se presentaban recursos poniendo en evidencia lo erróneo de las
apreciaciones del magistrado, el autor del libro nos dice que “Fue
conmocionante recibir una y otra vez respuestas del instructor, a la
reiterada petición en el mismo sentido, en las que dejaba ver a las
claras que el Tribunal Supremo le importaba un pito. Aquel sublime juez
estaba por encima de la ley, según demostraba a cada paso, pero también
de los tribunales superiores y se ponía por montera la fuerza de la cosa
juzgada. Insinuaba oscuramente, algunas veces, que la justicia penal no
tiene por qué sentirse vinculada por lo que hayan resuelto las demás
jurisdicciones” (páginas 115.-116).
La lista de irregularidades
cometidas por el ególatra de la Audiencia Nacional es atroz, hasta el
punto que Muñoz Machado llega a enumerarlas vinculando cada una de ellas
con un tipo penal “Hemos concluido nuestro análisis con la
convicción de que se puede acusar al juez de muchos delitos. Por
ejemplo, no nos cabe duda de que se le puede imputar un delito
continuado de prevaricación judicial, previsto y penado en el artículo
446.3 del Código Penal (CP), por haber adoptado tantas resoluciones
injustas a sabiendas de que lo eran; un delito continuado de falsedad
del artículo 390.1.4º CP; un delito de denuncia falsa del artículo 456
CP y simulación de delito del artículo 457 CP; un delito de presentación
a sabiendas de peritos mendaces, del artículo 461 CP; un delito
continuado de revelación de secretos de los artículos 417 y 466 CP; un
delito continuado de retardo malicioso en la Administración de Justicia,
del artículo 449 CP, y un delito continuado por haber impedido de forma
sistemática, en ejecución de un plan preconcebido aprovechando la
ocasión por el propiciada, el ejercicio de derechos reconocidos en la
Constitución y las leyes (artículo 542 CP” (páginas 170-171).
Quienquiera que se adentre en la lectura
de este imprescindible libro cuyo autor une a la sapiencia de la cátedra
y la experiencia del ejercicio de la abogacía una profunda facilidad
para llegar al lector con un estilo ágil que hace olvidar en ocasiones
que estamos ante un ensayo y no ante una novela, no volverá a contemplar
con ojos comprensivos al juez de jueces. Y no crean que el autor del
libro no es consciente de los apoyos personales y mediáticos que tiene
el ungido para juzgar vivos y muertos, sino que incluso anticipa en las
páginas 187 y 188 del libro las objeciones que se opondrán a una acción
judicial contra el sumo magistrado, en unas líneas que valen por todo un
tratado y que resumen perfectamente la filosofía de la obra:
“Algunas objeciones nos han
planteado también los que afirman que, a la hora de valorar la querella,
debería tenerse en cuenta que el juez en cuestión ha prestado servicios
a la patria, de gran mérito, en forma de acciones valerosas contra el
terrorismo o el tráfico de drogas. Este último tipo de objeciones
enardecen al profesor y lo sacan habitualmente de sus casillas.
Considerando que dirige un juzgado con competencia especializada en
aquellos delitos, sería el colmo que no destacara al perseguirlos. Pero
añade siempre que el juez de marras no ha actuado ni una sola vez en su
vida, al menos en aquellas de sus decisiones que son conocidas, de
acuerdo con el comportamiento que le es exigible. Argumenta que son
muchas las ocasiones en las que las Salas de lo Penal anulan sus
actuaciones. Estos acuerdos descalificatorios suelen banalizarse por los
comentaristas, pero en verdad lo que hay detrás de cada una de esas
anulaciones es la constatación de terroríficas vulneraciones de los
derechos de los ciudadanos cometidas por un juez que no se atiene a los
procedimientos legales. Por otra parte, cuando aplica la ley,
protagoniza la decisión de tal manera que parece que es él quien crea la
norma y no el legislador quien la impone. Ningunea la ley y hace alarde
del valor superior de su personal criterio. Su insaciable vanidad y
afán de protagonismo llevan a transformar el imperio de la ley en el
imperio del juez. Esta mutación conduce a resultados pavorosos porque, a
la postre, se pierde la idea de objetividad e independencia de la
justicia y se generaliza la convicción de que los jueces no actúan
porque las leyes se lo imponen, sino en razón a convicciones ideológicas
personales, de afectos, amistades o intereses. Una verdadera catástrofe
para el sistema judicial entero, que es el que termina sufriendo los
efectos de tales personalismos.”
Un entretenido, ameno y veraz ensayo cuya
lectura recomendamos a todos los lectores del blog. No se arrepentirán.
Y desde esta bitácora no puedo menos que felicitar a Santiago Muñoz
Machado por el excelentemente logrado retrato del “juez estrella”,
personaje que quizá sería más acreedor a ser descrito más con los tintes
del esperpento valleinclanesco".
Retomo uno de los párrafos del libro de Muñoz Machado para cerrar este post de hoy: “Si se acepta que un juez no aplique la ley, sino que desprecie o
modifique a su antojo las decisiones del Parlamento, y, además, ponga al
poder ejecutivo a su servicio, estará concentrando en su mano todos los
poderes del Estado y arrasando, al hacerlo, todos los valores en que se
basa la Constitución”, y me tomo la libertad de unirlo al que aparece en la página 49, que cierra "El Saqueo de Afinsa - La verdadera historia de una intervención":
"Cuando en lo económico, interviene de forma arbitraria y desproporcionada lo "político", para cortar de raíz las prácticas de la libre empresa, favoreciendo con ello los intereses espurios de los más poderosos -sucedió antes con Rumasa- todos estamos en riesgo".
Encajan ambos como un guante.
¿O no?
Mila Hernán Álvarez.
Claro que encaja, encaja en nuestro caso, en lo que siempre vienes defendiendo.
ResponderEliminarExistía una ley que regulaba el sector, estas empresas la cumplían pero Pedraz en Afinsa y Garzón en Fórum se la saltaron, como se salta ahora las Sentencias de la sala de lo contencioso de la Audiencia Nacional y del Supremo que insisten en que son Mercantiles porque lo dice la Ley, lo que debería bastar.
Pues no, para este juez, lo mismo que hará próximamente Ruz con Fórum, cuando las circunstancias mediatico-políticas se lo aconsejen ( aprovecho para recordar que Ruz pertenece al sindicato-plataforma de jueces de izquierda "Otra justicia penal es posible", nombre que acabo de comprender al leer las reflexiones del Juez Muñoz Machado en tu artículo).
Para Pedraz siguen siendo FINANCIERAS, pues solo con esa premisa puede hablar de estafa piramidal, desequilibrio contable...
Pero es más, para todo el que conozca la normativa contable a aplicar o se haya leido mi informe: "Forum-Afinsa: una paranoia intelectual generalizada", se habrá dado cuenta de que incluso siendo financieras , al tratarse de operaciones con pacto de retrocesión opcional, estarían bien contabilizadas y por tanto a 9/5/2006 no habría quiebra, sino que esta se produjo por el "colapso de las empresas" como le pedía Louis Corrigan en su carta de 27/7/2005 a la fiscalía.
Como todo el mundo sabe ya en este blog Louis Corrigan en 10/5/2006 gano cientos de millones de dólares y, curiosamente o convenientemente, también el PSOE en esas fechas ingreso, no se sabe cuánto ni de qué, pero le permitió amortizar los créditos que mantenía desde hacía 18 años con el Santander y la BBK a los que no había podido hacer frente hasta este momento.
Por tanto la situación angustiosa de 500.000 personas se debe, NO ha un sistema financiero piramidal, SINO AL SISTEMA CAINITA DE FINANCIACIÓN ILEGAL DE UN PARTIDO POLITICO concreto, el PSOE.("presuntamente")
Mila, te felicito otra vez por tu fuerza, que nos contagias, por tu persistencia, por lo bien que escribes porque no dejas de sorprendernos…
Un fuerte abrazo
Rafa
Gracias a ti, querido amigo.
ResponderEliminarDe vosotros, de personas como tú, de ti, y de vuestra bonhomía, es de quién recibo y alimento mi fuerza.
No lo dudes, querido Rafa.
Un beso fuerte.
Mila.
Clavado. Me pregunto sobre cuantos Garzones, Elpidios, Pedrazes,Bermudez, etc. soporta actualmente nuestra Admon. de Justicia. Y si bajamos al nivel local (de "provincias") es para echar a correr sin mirar atrás. Pppppuuuaaafffff
ResponderEliminar¡Buen trabajo Mila!
ResponderEliminar¿Y ahora ya está? Este elemento se va de rositas y mientras no choque con otro juez o jueces, como le pasó a su colega (antes mencionado) ¿Va a seguir haciendo de las suyas? La verdad es que por más que lo intento no puedo resignarme a que elementos y tipos así se crean por encima del bien y del mal, nos pasen por encima, nos arruinen, nos pisoteen y todo en nombre de la Justicia. Justicia que al ser ellos mismos, está corrompida, adulterada y prostituida, pues se vende a intereses ajenos a ella. Como en el caso que nos cuentas y en el que nos ocupa.
Bueno, el caso es que a Garzón no le expulsaron de la carrera judicial por las tropelías que relata Muñoz Machado en su libro.
ResponderEliminarTal vez es que eso no lo consideran los jueces prevaricación...
En cuanto a Pedraz, pues no sé qué decirte. Está ignorando en su auto que existen sentencias del mismísimo Tribunal Supremo que dicen todo lo contrario de lo que afirma él, pero tigualmente desconozco si eso podría considerarse delito de prevaricación.
Las actuaciones de los señores jueces me tienen últimamente muy confundida, amigo mio, pero que muy confundida...
Bss
Mila.
Para Anónima de Sevilla: Elimina el calificativo que le aplicas al juez en tu comentario, y envíamelo de nuevo, para que pueda publicarlo.
ResponderEliminarBss
Mila.
Es verdad Mila, no he caído en la descalificación aunque era bastante leve....
EliminarMi pregunta es que, como nos puede afectar el auto del juez Pedraz a los afectados. Aunque este señor no tenga ninguna razón, es un magistrado de la Audiencia Nacional y como tal tiene poder. ¿Como casa este auto con las otras sentencias que apoyan el carácter mercantil de Afinsa?
Saludos y gracias
Sí Anónima, porque si pudiésemos plasmar aquí todos los calificativos que se merece esta figura... creo que hasta nos salíamos del diccionario y de idiomas conocidos. ¡Vaya elemento de juez! Y que unos padres se esfuercen en dar carrera a sus hijos para que luego salgan así....
ResponderEliminarHola a todos somos de Cieza, Mi marido, mis cuñados y yo hemos decidido que vamos a cojer la filatelia, donde nos tenemos que apuntar para vender nuestra filatelia, aquien tengo que pedir para que me enseñen los sellos? Yo tengo los contratos Ordinarios y estamos en la Oficina del consumidor y nunca nos han explicado nada. Un abrazo muy fuerte. Besos. Espero contestacion Mila.
ResponderEliminarYa estaba tardando el Rábula en mandar su comunicado.
ResponderEliminarSaludos.